Las heridas emocionales

¿Alguna vez te ha picado un zancudo o mosquito? Es una sensación horrible... tanta picazón, la piel hinchada, y para colmo saber que un insecto malvado se alimentó de ti no es algo muy cómodo; aún así ese pequeño punto rojo va a vivir en tu piel hagas lo que hagas y tienes dos opciones: la primera es aguantar la molestia unos días y que la piel se restaure sola, o la segunda es rascarte desesperadamente hasta que sangres y ya no tengas más picazón pero sí dolor (y además una hermosa cicatriz que te recuerde que los zancudos hicieron un festín contigo).

Creo que hasta aquí -luego de leer el título y el párrafo anterior- ya has entendido mi punto. Cuando una persona o circunstancia nos causa una herida emocional sólo depende de nosotros empeorarla o entregarla a Dios, y muchas veces lo que he visto es que las empeoramos.

Siguiendo con el ejemplo del zancudo, es obvio que la picadura sana más rápido y más fácil que una cicatriz, y así pasa con las emociones. Por ejemplo, cuando yo era pequeña alguien me dijo que estaba pasada de peso, y yo pude haber ignorado ese comentario, tomarlo como broma, o cualquier cosa inofensiva, pero a cambio decidí mortificarme con dicho pensamiento y no sólo unos días, sino años; es decir, rasqué tanto la herida que no dejé siquiera que cicatrizara por lo que fue muchísimo más difícil la cura, afortunadamente Dios me sanó esa herida. Y aunque admito que a veces regresan esos feos pensamientos, yo decido ignorarlos por la sabiduría que Dios trabaja en mí.

Ese zancudito cansón del que hablo es alguien que nos quiere lejos de Dios y que engaña muy bien con mentiras... el diablo. Y por eso nos recuerda constantemente nuestros temores, errores y heridas tanto como pueda sólo para tentarnos a permanecer en una relación distante con Dios. En 1 de Corintios 10: 12-13 dice: "Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga. No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida para que podáis soportar." Así que, en cierta forma, el Señor nos da el repelente para que no seamos picados.

No he conocido una sola persona que no tenga heridas emocionales, así que creo que todos tenemos una (incluso varias) pero te aseguro por experiencia propia que no hay nada que Dios no pueda curar, incluso las cicatrices más grandes que te imagines, y lo único que tienes que hacer tú es confiar en Él y "mirar que no caigas" porque si se nos olvida aplicarnos el repelente es muy probable que el mosquito vuelva a picarnos.

Gracias por leer, ¡vuelve pronto!.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Recuerda el respeto cuando comentes.